La Dama de la obscuridad.
Era un pueblo muy tranquilo y poco poblado, con
remotos sucesos interesantes; pero ese día sería diferente a muchos otros, en
especial para el joven Rogelio. Acaeció un hecho increíble, que cambio la vida
de un individuo de baja autoestima y actitud pesimista.
Rogelio, un hombre de pocas diversiones y costumbres
muy arraigadas, con un porte realmente varonil, una presencia impactante pero
que denotaba una tristeza profunda sólo podía mostrarse ante la sociedad por
esporádicas ocasiones y en la noche cuando el pueblo estaba casi como un
desierto, salía para desestrezarse de todas las problemáticas que rodeaban su
mundo.
Contaba con muchas riquezas, no carecía de
comodidades, sin embargo con todo eso, no era un hombre feliz.
El joven salió a caminar para pasar una buena noche
y reflexionar acerca de su vida; fue entonces cuando en una de sus pocos paseos
nocturnos, encontró a una bella mujer, ella era alta, de esbelta figura,
cabello negro, largo y ondulado; la dama estaba sentada en una gran piedra,
sólo lloraba y lucía tan frágil en aquella obscura y tenebrosa noche. Rogelio
se acercó a la bella mujer y le habló.
La joven lo miró con eso hermosos ojos azules y le
sonrió con unos impresionantes labios, que lucían perfectos gracias al
resplandor de la luna llena. En ese instante, Rogelio sintió que su cuerpo se
estremecía al ver tal encanto de ser; después de un momento de gran silencio y
de haberse contemplado y mirado fijamente el uno al otro, entablaron una
conversación que lleno el alma (al menos de Rogelio) de gran felicidad.
Cuando terminaron de charlar la misteriosa mujer,
invitó al muchacho a una fiesta de disfraces. Rogelio se sorprendió y
cordialmente acepto.
La noche siguiente, en la fiesta, Rogelio se sentía
como nunca antes, pues sus penas y dolores se habían disipado como por arte de
magia; tras unos minutos, llegó la chica con un vestido muy entallado, largo,
negro y también llevó un largo velo negro. Sin duda era una hermosa, misteriosa
y cautivadora “Dama de la obscuridad.
La dama se aproximó al inocente caballero y al oído
le susurró, cuan buenmozo lucía esa noche con el traje tan elegante que
armonizaba en combinación con sus bellos ojos negros llenos de vida y de
ilusión. Luego de unas horas empezaron a bailar, la damisela no se detenía,
parecía tan feliz, en cambio, Rogelio a pesar de estar disfrutando aquella
velada, cada vez se sentía más cansado y entre más transcurría el tiempo, se
notaba más agotado y deteriorado.
Al término de la fiesta, la joven y Rogelio salieron;
ella se despidió dándole un beso, pero no un simple beso, sino uno, que él
jamás había experimentado, sintió como una paz emanaba de ellos y se esparcía
por los alrededores.
Rogelio se retiró y la dejó en el mismo lugar donde
la había visto por primera vez, ese lugar era en aquella piedra en un jardín de
la casa más grande y tenebrosa del pueblo. A pesar de las circunstancias y la
rapidez con que su encuentro se había suscitado el muchacho le prometió
visitarla al día siguiente.
Paso un día entero y a pesar del cansancio del
joven, su mente y alma anhelaban volver a ver a aquella misteriosa dama, sin
embargo a él le pareció como si le hubieran robado la vitalidad, pero eso no
disminuyó su alegría.
Llegando la noche, Rogelio inició su caminata como
lo hacía cuando requería despejarse y pensar, entonces decidió pasar a ver a su
doncella para saludarla y disculparse por no haberle preguntado su nombre; al
llegar, notó que no había iluminación en “el hogar de la dama”, supuso que las
velas se habían apagado por el fuerte viento que soplaba aquella noche; la
vivienda de la chica lucía lúgubre y él empezó a desesperarse porque creyó que la chica había abandonado el
pueblo.
De repente el serenero pasó y Rogelio aprovechó para
preguntarle por una muchacha hermosa que siempre vestía de negro y le señaló
“la supuesta vivienda de ella”. El señor le dijo que nadie habita ese lugar
desde hacía 20 años, puesto que la hija de los dueños de esa familia murió en
un trágico e inexplicable accidente el día en que la muchacha iba a una fiesta
de disfraces.
En ese momento Rogelio quedó pasmado con la
sorprendente noticia; Sólo en el momento de inquietud e incomprensión su cuerpo
sintió la necesidad de acercarse a la lóbrega casona; a pesar de lo agotado que
se sentía, se asomó por la ventana y al ver su reflejo vio a un anciano similar
a su abuelo, era lógico que se espantara al ver tal situación, porque en ese
preciso instante notó que era él, la persona del reflejo en la ventana y se
percató que su vida había pasado como un relámpago sin dejar muerte a su paso.
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